Hace mucho que no escribo nada pero es que me paso el día tumbado descansando. Me levanto a comer cada vez que veo a alguien ir hacia la cocina pero el resto del tiempo, salvo sí bajamos a la calle, estoy descansando. Dicen que me hago mayor, y es cierto, ahora cuando vengo de la calle subo fatigado. Mis papas se han dado cuenta que cuando bajo las escaleras algunas veces me escurro y tengo que saltar algún escalón. Voy camino de los trece años que cumpliré en noviembre: soy mayor.
Mis papas andan fastidiados desde hace tiempo. A mi papá me enteré que le operaron un ojo, y luego otro. A mi mamá también le ha pasado algo en un ojo y además le he oído quejarse de dolores en la espalda.
Pero salvo por esas cosas la vida para mí sigue igual aunque más pausada. Sigo teniendo hambre a todas horas. Sigo esperando a que se levanten de la cama, incluso ahora más pronto aunque sea de noche. Luego espero sus desayunos, y más tarde sí alguno no está en casa le espero mirando a la puerta. Y por la tarde la merienda no se la perdono a nadie y exijo que me den algo aunque sea una miga. A la siete de la tarde, muchas veces algo antes, me quedo mirando fijamente a mi mamá para que no se le olvide darme la cena, y si no se la pido a grito pelado.
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